Escucho como una joven viuda ucraniana describe, con lágrimas en los ojos, su situación al cirujano español que está sentado frente a ella. Estamos en el hospital principal de Kiev, capital de Ucrania.

Es finales de septiembre y estoy tomando parte en una misión médica patrocinada por Chalice of Mercy, fundación fundada por Valentyna Pavsyukova en Chippewa Falls, Wisconsin, en 2007 (para más información, véase www.diolc.org/chalice-of-mercy).

Durante un período de dos semanas, el Dr. Santiago Aco Valderrabano (“Santi”) ve a decenas de pacientes y realiza 27 cirugías de forma gratuita, todo para gente que ha sido llevada a Kiev desde la zona de guerra en la región oriental de Ucrania, donde la atención médica es casi inexistente.

Santi escucha tranquilamente a esta mujer ucraniana, toda vestida de negro, como sigue lamentando la pérdida de su marido, un soldado joven y guapo fallecido en el frente, cuyo cuerpo fue recientemente encontrado y enterrado. Valentyna traduce del ruso al inglés mientras la mujer cuenta que su hija de ocho años, Katerina, sigue esperando el regreso de su padre, incapaz de creer que se haya ido.

Viendo este amor de madre hacia su hija en medio de la desesperación, Santi le recuerda lo que ella tiene: “Usted tiene un pequeño tesoro en su hogar.” “Ah sí”, responde, “Ella quiere ser médico. Yo haré todo por ella.” El diálogo continúa, concluyendo con las palabras de Santi, “¿Ahora podemos pensar en usted? Nosotros le ayudaremos.”

Santi ha venido en esta misión médica desde uno de los mejores hospitales de Madrid, España, llevando con él un anestesista y una enfermera. Es un cirujano eminente, miembro del Colegio Americano de Cirujanos, y pionero en un particular procedimiento para la reparación de la hernia diafragmática. Pero aquí se encuentra operando en unas instalaciones muy deterioradas, que cuentan con instrumentos anticuados: varias de las luces para operar están quemadas y un aparato de respiración se ha arreglado con cinta americana. Pero no importa. Dios le ha traído aquí y Dios guiará sus manos. Las 27 cirugías se realizan con éxito y, sorprendentemente, a pesar de las condiciones bajo las que se realizan, no hay infecciones.

Santi fue invitado a encabezar esta misión médica por el Padre Pablo Escrivá de Romaní, un sacerdote de la archidiócesis de Madrid, que ahora es un misionero a tiempo completo con Chalice of Mercy. Santi y su esposa, Fátima, formaban parte de un grupo de oración dirigido por el Padre Pablo en su antigua parroquia en Madrid. Él había querido ir de misión desde hacía tiempo, así que la invitación del Padre Pablo a Ucrania fue aceptada rápidamente.

Otra persona ocupa un lugar importante en todo esto. Él es el Doctor Ivan Ivanovich, un cirujano ucraniano y católico a cargo de la planta del hospital donde Santi está viendo a pacientes. Ivan es un hombre fuerte y enérgico de aproximadamente 40 años de edad. Su disposición jovial va de la mano de una profunda fe que le ha llevado a encomendar su práctica médica al Padre Pío. Cuando estamos allí, el Padre Pablo celebra la Santa Misa para el equipo médico en la oficina de Ivan y un espíritu de oración y de amor cristiano impregna la misión a cada paso.

Yo había oído hablar mucho sobre las caras de piedra de las personas procedentes de la ex Unión Soviética. Pero aquí estoy rodeado de caras sonrientes, aun en medio de tanto sufrimiento. Cuando Santi hace sus rondas post-operatorio, él y el resto del equipo son recibidos con besos y abrazos de agradecimiento.

Mientras la Misión Médica de Ucrania llega a su fin, uno se da cuenta que Dios, el Médico Divino, ha cuidado a todos, desde la mujer tan agradecida por la extirpación de un tumor masivo que recitó un poema a Santi, hasta el equipo de la misión, todos sumergidos más profundamente en el amor de Cristo. Más de una vez he escuchado al Padre Pablo preguntar “¿Quién sana a los sanadores?”, mientras se maravilla de esta estresante profesión. Pero aquí vemos la respuesta.

Se ha escrito otro capítulo en el maravilloso relato que es Chalice of Mercy. Desde sus inicios en Chippewa Falls, hace diez años, Valentyna decidió enfocar esta misión en la ayuda médica. La necesidad desesperada que había en Ucrania fue un factor decisivo, sí. Pero ella, el Padre Pablo, y todos los que hemos participado, entendemos que este es – y debe ser – trabajo sagrado, porque el cuerpo es inseparable de la persona humana, que es imagen de Dios. Y así nos vamos del hospital de Kiev, regresando a nuestros hogares y lugares de trabajo un poco cansados, pero con una alegría y gratitud difíciles de expresar, que hacen que no podamos esperar a compartir lo que hemos presenciado y ver lo que Dios nos tiene preparados.

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